EL TAXI QUE ESTÁ Y NO ESTÁ
por Josep Maria Espinàs
El pasado miércoles esperaba un taxi para ir a Catalunya Ràdio. No pasaba ninguno, algo poco habitual en el chaflán Urgell-Aragó. Al cabo de un rato se sumó a la espera un chico con muletas. Al fin pasó uno con la luz verde encendida, y lo paré. Me pareció correcto cederlo al chico de las muletas, y no hay que entenderlo como un gesto abnegado, porque estaba seguro de que, como de costumbre, no tardaría en pasar otro. Pero corrían los minutos y no venía ninguno.
Entonces decidí ponerme a caminar, para ver si en otro chaflán tenía más suerte. No la tuve. Hasta que pensé en el Clínic, que ya tenía muy cerca. Siempre hay taxis allí. En efecto, vi de lejos unos coches pintados de amarillo. Cuando llegué, la sorpresa fue considerable: había cuatro o cinco taxis, pero ninguno se acercaba a la puerta del hospital. La explicación: estaban los taxis pero no estaban los taxistas.
Al día siguiente, pasadas las tres de la tarde, volví a pasar por delante del Clínic. En el carril reservado para los taxis había media docena... y de nuevo sin conductor. Diez o quince personas les esperaban -dos de ellas, enyesadas- en la puerta del hospital, mirando a los taxis perfectamente aparcados un poco más arriba, vacíos. Como el día antes.
por Josep Maria Espinàs
El pasado miércoles esperaba un taxi para ir a Catalunya Ràdio. No pasaba ninguno, algo poco habitual en el chaflán Urgell-Aragó. Al cabo de un rato se sumó a la espera un chico con muletas. Al fin pasó uno con la luz verde encendida, y lo paré. Me pareció correcto cederlo al chico de las muletas, y no hay que entenderlo como un gesto abnegado, porque estaba seguro de que, como de costumbre, no tardaría en pasar otro. Pero corrían los minutos y no venía ninguno.
Entonces decidí ponerme a caminar, para ver si en otro chaflán tenía más suerte. No la tuve. Hasta que pensé en el Clínic, que ya tenía muy cerca. Siempre hay taxis allí. En efecto, vi de lejos unos coches pintados de amarillo. Cuando llegué, la sorpresa fue considerable: había cuatro o cinco taxis, pero ninguno se acercaba a la puerta del hospital. La explicación: estaban los taxis pero no estaban los taxistas.
Al día siguiente, pasadas las tres de la tarde, volví a pasar por delante del Clínic. En el carril reservado para los taxis había media docena... y de nuevo sin conductor. Diez o quince personas les esperaban -dos de ellas, enyesadas- en la puerta del hospital, mirando a los taxis perfectamente aparcados un poco más arriba, vacíos. Como el día antes.
Debe de haber alguna explicación. Con los años me he encontrado con taxistas de todo tipo. Educados y maleducados, charlatanes y mudos, antiguos camioneros y antiguos payeses de secano. Y todos ellos tienen derecho a comer, a tomar un café, a mirar la tele. Lo que no se me había ocurrido es que algunos dijeran: "Mira, quiero estar un rato tranquilo. Me voy al Clínic, donde puedo dejar el taxi en el carril que tenemos reservado".
Los que salían del hospital miraban inquietos hacia arriba de la calle de Villarroel por si bajaba un taxi libre de verdad. No un taxidérmico. Como todos ustedes saben, la taxidermia es el arte de preparar animales muertos para que tengan apariencia de vivos. Y esos taxis inmovilizados imitan tan bien a los taxis vivos...
Comentario: En ótro post anterior comentaba la diferencia entre la forma de "actuar" de los hombres y las mujeres al volante de un taxi. Ellas son más prácticas, y van como Oti y muchas otras, a por la faena. Las horas, un pelín más y punto pelota!. Parece que para nosotros, el concepto de "trabajo", abarca muchas otras cosas... ¿Algo de "vidilla" para combatir el estrés quizá? ¿Arreglar este mundo? ¿Comentar "la jugada" con el compañero? Pura terapia de grupo!!
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