Autor: IAN Gibson – Historiador – El Periódico de Catalunya 20.07.2006
"Desde que puse por primera vez los pies en estos dichosos territorios subpirenaicos, hace ya casi cinco décadas, el personal me ha venido contando siempre lo mismo, y en los mismos términos: "Aquí no cambia nada si no es a base de palos", "aquí, si no te pegan una hostia, nada". Parece claro que, en el concepto del español "medio" (no sé si tanto en el del catalán "medio", sospecho que no), sólo se obedece la ley cuando su infracción conlleva un castigo doloroso e ineludible, un castigo que de alguna manera cueste.
¿Respetar la ley por civismo, porque le conviene al bienestar de la colectividad a la que uno pertenece? No es, creo, una actitud o disposición profundamente enraizada en la psique nacional. Lo que sí tiene allí hondo arraigo es el abigarrado rosario de expresiones de autoafirmación masculina protagonizadas por la palabra "gana" (real o no) y, a veces con eufemismo, los testículos.
Otro aspecto de la ley que ofende a no pocos varones, por parecerles una injerencia en su vida privada --el uso obligatorio del cinturón de seguridad--, es, sin embargo, muy necesario, al margen de otras consideraciones, si tenemos en cuenta el costo que supone para el Estado la hospitalización y cuidado de las víctimas por su no utilización.
No me causa sonrojo admitir que me ha gustado conducir de prisa, y que a veces he superado con creces la velocidad permitida, al calcular que la posibilidad de caer en las garras de la ley, es decir, en las de la Guardia Civil, era mínima. Sí me produce cierta vergüenza recordar que con demasiada frecuencia he conducido con una copa de más, siempre fiándome de mi experiencia, pero consciente de que mis reflejos no estaban, por necesidad, al cien por cien.
A partir de ahora no haré ni una cosa ni otra, gracias a la amenaza de hostia y palo que las autoridades han tenido a bien incorporar en el nuevo sistema de carnet con puntos. Porque, de verdad, las cosas no podían seguir así, con un montón de muertos y lisiados cada fin de semana y numerosas familias destrozadas.
¿Respetar la ley por civismo, porque le conviene al bienestar de la colectividad a la que uno pertenece? No es, creo, una actitud o disposición profundamente enraizada en la psique nacional. Lo que sí tiene allí hondo arraigo es el abigarrado rosario de expresiones de autoafirmación masculina protagonizadas por la palabra "gana" (real o no) y, a veces con eufemismo, los testículos.
Otro aspecto de la ley que ofende a no pocos varones, por parecerles una injerencia en su vida privada --el uso obligatorio del cinturón de seguridad--, es, sin embargo, muy necesario, al margen de otras consideraciones, si tenemos en cuenta el costo que supone para el Estado la hospitalización y cuidado de las víctimas por su no utilización.
No me causa sonrojo admitir que me ha gustado conducir de prisa, y que a veces he superado con creces la velocidad permitida, al calcular que la posibilidad de caer en las garras de la ley, es decir, en las de la Guardia Civil, era mínima. Sí me produce cierta vergüenza recordar que con demasiada frecuencia he conducido con una copa de más, siempre fiándome de mi experiencia, pero consciente de que mis reflejos no estaban, por necesidad, al cien por cien.
A partir de ahora no haré ni una cosa ni otra, gracias a la amenaza de hostia y palo que las autoridades han tenido a bien incorporar en el nuevo sistema de carnet con puntos. Porque, de verdad, las cosas no podían seguir así, con un montón de muertos y lisiados cada fin de semana y numerosas familias destrozadas.
Conducimos como somos, sí (las mujeres, portadoras de vida, lo hacen con muchísima menos agresividad), y la única manera de mejorar inmediatamente la situación en las carreteras ha sido la imposición del nuevo sistema. Luego, poco a poco, interiorizadas las normas, vendrá una situación en que a nadie se le ocurrirá coger el volante después de beber. Ya está ocurriendo, además, si hemos de creer a los taxistas. Se está dando el fenómeno los fines de semana de jóvenes (incluso de jóvenes que antes no se conocían) que, en vez de utilizar el coche particular, se juntan para ir en taxi. Ello demuestra que el miedo a perder el carnet, ahora muy real, está modificando los comportamientos. Viva, pues, el nuevo sistema".
Sr. IAN, me parece muy interesante su artículo, sus confesiones y sus ricas aportaciones... pero, quizá encuentro a faltar una comparativa con los otros países de "diferente cultura" en los cuales el Carnet por Palos, también existe y tiene su histora!!
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